NUESTRA INTELIGENCIA

Dios…nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero…su Hijo Jesucristo. 1 Juan 5:20.
El buen uso de nuestra inteligencia
Si la inteligencia humana es sincera, debe reconocer que no sabe nada de Dios. Ella constata el mal, el dolor y el desorden en la creación, pero es incapaz de conocer su causa. Reconoce en el hombre la necesidad nunca saciada de felicidad, el inútil anhelo de algo eterno e infinito que escapa a su examen. Es la admirable facultad que establece relaciones entre hechos; ella averigua todo lo que el mundo en que vivimos ofrece a la vista; pero más allá, todo se oscurece para ella. La claridad sólo puede venir de otra parte. Sólo el Creador puede hablar debidamente de su creación. Como lo escribió el ilustre matemático y físico Pascal, «Dios habla bien de Dios». Sólo él lo puede hacer. Y Dios habló; quiso disipar esa oscuridad. Nos recordó sus derechos sobre el hombre, la perdición de este último y la necesidad de una salvación que a la criatura le es imposible obtener por sí misma. Nos habló de su amor para con el mundo y la prueba que dio de ello: el sacrificio de su Hijo Jesucristo en la cruz. Es un misterio “indiscutiblemente grande”, “es locura a los que se pierden”, pero “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (1 Timoteo 3:16; 1 Corintios 1:18; Romanos 1:16). Es la puerta de entrada a un mundo nuevo en el que todo es claro. La inteligencia no es dejada a un lado. Muy al contrario; el creyente, llevado a la luz, puede hacer de ella un espléndido uso. “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia” (Proverbios 3:13).

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