Las pruebas en el Plan de Dios

Las pruebas en el Plan de Dios

Yuan experimentó dos emociones que marcarían para siempre su vida desde que conoció a Jesucristo, en un pueblecito de China, en oriente. La primera, que descubrió la verdadera vida. Le encontró sentido a todo. Dejó de preguntarse por qué existía y a dónde iría apenas terminara su tránsito terrenal. La segunda, que la emoción de tener en su corazón al Hijo de Dios lo animó a compartir las Buenas Nuevas a otras personas en los campos de arroz donde laboraba. Y fue encarcelado. No una, sino muchas veces.
En las frías celdas, pequeñas y húmedas, en las que pasó treinta años en períodos que se sucedían uno tras otro y cada vez con mayor frecuencia, pasó del gozo de sufrir por la causa cristiana, al desasosiego de sentirse solo, hasta llegar a momentos de crisis en los que le preguntaba a Dios por qué estaba atravesando por etapas de tanto sufrimiento.
Poco antes de cumplir los cincuenta años, libre ya de toda persecución y cuando logró escapar a Alemania, vio como se abrieron las puertas. Su ministerio, que otrora se limitaba a unos cuantos trabajadores de los arrozales, creció. Como jamás imaginó siquiera.
Entonces comprendió que los años pasados, en los que las lágrimas que rodaban por sus mejillas humedecían sus escasas sonrisas pobladas de esperanza en su Creador, no habían sido más que un período de formación. Y ahora, avanzada su edad y cuando la salud lucía un poco diezmada, estaba convencido de que había valido la pena...
El trato de Dios
Muchos cristianos esperan lo mejor de la vida sin dar nada a cambio. Esperan que Dios les provea, sin comprometerse con Él. Anhelan un ministerio, sin antes formarse para asumir las responsabilidades que implica. Desean entrar a la tierra prometida, la que mana leche y miel, sin antes atravesar un desierto.
Los momentos difíciles constituyen un período de formación en el que Dios pule las aristas que nos impiden ser el hombre o la mujer que Él quiere que seamos.
Cuando los israelitas se encontraban a las puertas de entrar a Canaán, donde disfrutarían de territorios altamente productivos y su vida alcanzaría plenitud, habló a través de Moisés para explicar el propósito que habían tenido largos años caminando por terreno árido y desértico.
Observe cuidadosamente que, lo primero que tocó el Supremo Hacedor en el pueblo escogido, fueron sus emociones. Las aflicciones, que tal vez les llevaron a pensar que nada tenía sentido, eran parte de las pruebas y no constituían una rueda suelta sino un eslabón para probar sus corazones, su visión de lo que acontecía y hasta su fe.
Él les dijo: "Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos" (Deuteronomio 8:2).

Un segundo elemento que tocó Dios fueron sus reacciones, tal como continuó explicando el profeta: "Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que ni tú, ni tus padres la habías conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre" (Deuteronomio 8:3).
En todas las diferentes etapas, en la medida en que sentían cómo escaseaban las provisiones, aprendieron a depender más de Dios. De lo contrario, nadando en la abundancia, no solo se habrían alejado de Él sino que hasta habrían creído que era gracias a sus capacidades que tenían todo a mano.
Si confiamos en Dios, soportaremos las pruebas
Es posible sobreponerse a las pruebas siempre y cuando nuestra confianza esté depositada en Dios. Aún si creemos que estamos por desfallecer, es en el Creador, en Aquél que todo lo puedo, en quien debemos cifrar nuestras esperanzas.
Él vendrá en nuestra ayuda en el momento oportuno, cuando creemos que llegamos al final del callejón y que no hay otra salida. Dios les recordó: "Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años" (Deuteronomio 8:5).
A cambio de soportar los períodos difíciles, en los que el amado Padre celestial trata con nuestro ser, recibiremos bendiciones. Aunque usted se resista a creerlo. Él explicó así el asunto a los israelitas: "Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga. Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes..." (Deuteronomio 8:5, 7.
Es probable que atraviese momentos difíciles. Sin embargo, confianza. No se desespere. Es hora de depositar su confianza en Dios, sabiendo que Él tiene control de todo y de todos. Las circunstancias que hoy aparecen como dificultosas, se convertirán en bendición si usted sigue tomado de la mano del amado Creador.
No se detenga. Avance. Tómese de la mano del Supremo Hacedor. Recuerde siempre que Él lo llamó a la victoria y no a la derrota.

©Fernando Alexis Jiménez .